Un filósofo: es un ser humano que todo el tiempo se la pasa viviendo, viendo, escuchando, acostumbrándose, esperando, soñando cosas extraordinarias; es alguien que es golpeado por sus propios pensamientos, como si fuesen externos, como si viniesen desde arriba y desde abajo, como si lo golpeasen una suerte de rayos y de acontecimientos muy suyos; es él mismo quizás una tormenta que con rayos nuevos va gestando planes; un hombre fatal, alrededor del cual siempre surgen resentimientos y murmuraciones, se zanjan brechas abismales y suceden cosas molestosas y angustiantes. Un filósofo: ay, un ser que muchas veces huye de sí mismo, que muchas veces se teme a sí mismo, pero que es demasiado curioso como para no «volver en sí» una y otra vez.” Nietzsche, Friedrich, Más allá del bien y del mal, Aforismo 292
La idea predominante de qué es lo que se debe hacer en filosofía o a qué cosa se dedica o qué es un filósofo, ha ido variando a lo largo de la historia de la filosofía. Inicialmente se la define como el amor y la búsqueda de la sabiduría, a la cual se podía uno acercar, según Platón, a través de la dialéctica, esto es, a través del análisis de conceptos (República 498a) el cuestionamiento de toda premisa (533c) y la capacidad de afirmar y refutar con argumentos (República 531e), lo cual le da la capacidad de reconocer la relación entre las cosas (República 537c). Es decir que el amor a la sabiduría, implica la voluntad de aprender, la acción concreta impulsada por la pasión por el conocimiento.
En la práctica los filósofos se reunían a discutir sus puntos de vistas y concepciones del mundo entre ellos y con la gente, procurando vivir de acuerdo a sus principios, pues su reconocimiento no dependía de una élite que otorga o no acreditación académica, sino por su eficacia, utilidad o por la admiración o impacto que causaba en la gente.
Los textos escritos también eran importantes, para transmitir lo que pensaban, pero era un medio de segunda importancia para la evaluación de la importancia del filósofo. Una prueba de esto es el reconocimiento que Sócrates tuvo como filósofo en la sociedad ateniense.
Incluso se cuestionaba explícitamente la reflexión a partir de los textos escritos que marcaría el quehacer filosófico siglos más tarde, pues se consideraba que no tenía mucho sentido ni práctico, ni epistemológico, dialogar con textos que no nos pueden responder.
Platón expresa esta crítica en el mito de Theuth relatado en el diálogo Fedro (275a):
Sócrates: He oído contar pues, que en Naucratis de Egipto vivió uno de los antiguos dioses de allá, aquel cuya ave sagrada es la que llamaban Ibis, y que en nombre del dios mismo era Theuth. Este fue el primero que inventó los números y el cálculo, la geometría y la astronomía, además del juego de damas y los dados, y también los caracteres de la escritura. Era entonces rey de todo el Egipto Thamus, cuya corte estaba en la gran ciudad de la región alta que los griegos llaman Tebas de Egipto, y cuyo Dios es Ammón, y Theuth vino al rey y le mostró sus artes, afirmando que debían comunicarse a los demás egipcios. Thamus entonces le preguntó qué utilidad tenía cada una, y a medida que su inventor las explicaba, según le parecía que lo que se decía estaba bien o estaba mal, lo censuraba o lo elogiaba. Así fueron muchas, según se dice, las observaciones que, en ambos sentidos, hizo Thamus a Theuth sobre cada una de las artes, y sería muy largo exponerlas. Pero cuando llegó a los caracteres de la escritura: "Este conocimiento, ¡oh rey! - dijo Theuth -, hará más sabios a los egipcios y vigorizará su memoria: es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él se ha descubierto." Pero el rey respondió: "¡Oh! ingeniosísimo Theuth! Una cosa es ser capaz de engendrar un arte, y otra es ser capaz de comprender qué daño o provecho encierra para los que de ella han de servirse, y así tú, que eres padre de los caracteres de la escritura, por benevolencia hacia ellos, les has atribuido facultades contrarias a las que poseen. Esto, en efecto, producirá en el alma de los que lo aprendan el olvido por el descuido de la memoria, ya que, fiándose en la escritura, recordarán de un modo externo, valiéndose de caracteres ajenos; no desde su propio interior y de por sí. No es, pues, el elixir de la memoria, sino el de la rememoración, lo que has encontrado. Es la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que procuras a tus alumnos; porque, una vez que hayas hecho de ellos eruditos sin verdadera instrucción, parecerán jueces entendidos en muchas cosas no entendiendo nada en la mayoría de los casos, y su compañía será difícil de soportar, porque se habrán convertido en sabios en su propia opinión, en lugar de sabios."